miércoles, 28 de diciembre de 2011

Como broma del destino...



Los planes de este fin de semana estaban claros: Día 1 salida en tándem a la Difunta Correa, día 2 y 3 ascenso al Fortuna y día 4 trekking recorriendo la quebrada de los petroglifos. Pero como una broma del destino nada de lo planeado resultó…


Día 1 A la Difunta en tándem


Todo comenzó con la salida en tándem. El día se presentó muy ventoso sin embargo nada nos bajó los deseos de cumplir con nuestro propósito de recorrer esos casi 140 km. Fue un gran esfuerzo la ida considerando no solamente las dificultades propias del camino sino las ocasionadas por el mal clima. Sin embargo anduvimos arriba de las expectativas con algo de frio porque a medida que avanzábamos la temperatura bajaba. 
Al llegar a la difunta buscamos alguna manera de cubrirnos del frio aunque sea de forma precaria y medianamente lo conseguimos, entonces emprendimos el regreso.


En la ida la Cuesta de las Vacas es el gran ascenso, la dificultad a vencer y al regreso es el descanso, el alivio, el impulso que ayuda a llegar a Caucete en un santiamén y justo allí… cuando nos disponíamos a recibir esos beneficios del camino… paf! nuevamente la vela se rompió! Dos veces en menos de 2 meses! Cosa de locos! Se nos llegó el “traste” de preguntas. Por suerte no llegamos a golpearnos gracias a que se pudo advertir la anomalía ni bien se produjo y esto fue a tan solo 18 km de Caucete en plena bajada (de importante pendiente) y andando a más de 60 km/hora.









Primera frustración. No completamos lo planeado, cubrimos casi 90 km solamente. Caminamos con la bici al lado hasta Caucete.

No hubo bronca, sino entereza y madurez para enfrentar la adversidad. Nos reíamos de
nuestra suerte!

Día 2 y 3 Segundo intento al Fortuna

Ni bien pusimos pie en la ciudad llevamos la bici al taller bajo el asombro de todos en Rani.Los más expertos opinaban buscando las razones pero lo cierto es que la intensa fuerza que se hace en el frente para mantener la dirección de la tándem es la causa. El síntoma principal lo evidencian las marcas en mis manos al final de cada salida, el hecho que muchas veces se me acalambran los dedos al punto de no poder poner los cambios, las bolillas y rayos se rompen con cierta frecuencia, entre otros. Pero bue… vamsos a colocar un repuesto “reforzado” para ver si podemos solucionar definitivamente el problema. Pareciera que de “prueba y error” se trata, no hay mucho conocimiento por estos lados sobre bicis tándem que hagan tantos kilómetros como es nuestro caso.

De madrugada del sábado después de buscar las llaves del refugio partimos rumbo a Arequintín con el propósito de alcanzar la cumbre del Fortuna después de nuestro intento fallido hace 15 días. Esta vez lo haríamos en dos etapas. Ascenderíamos la tarde del sábado con toda la carga con el propósito de hacer un campamento apenas pasando la cumbre del Soldado y al día siguiente, de mañana temprano, partiríamos a nuestro objetivo para luego, después de alcanzarlo, descender de nuevo al refugio.




Relajados llegamos al refugio del Andino Mercedario con tiempo para almorzar y luego
partir. Era el 24 y la idea de esperar la Nochebuena en el campamento, a 4000 msnm con las extrordinarias vistas de la cordillera, nos divertía.




Entusiasmados comenzamos el ascenso por la quebrada que está encima del refugio,
salvamos los interminables escalones y ya acá nos “acordamos” de la diferencia de llevar sobre nuestros hombros una carga de casi 20 kg cada uno. Hasta ahora, en lo que va del año, habíamos estado ascendiendo cerros con el equipo liviano y ahora estábamos haciendo el primero con el peso necesario para dos largas jornadas y una noche a una importante altura.






Seguimos la quebrada que nos llevó al acarreo y de allí buscamos el filo torciendo levemente la dirección hacia el oeste. La marcha se hacía larga y tediosa, casi doblando el tiempo de las otras ocasiones. Los tres en un mismo ritmo: Bea al frente apenas unos metros luego Ricardo  y yo como es habitual desde hace varias montañas, es decir todo normal. Al llegar a 100 metros de la cumbre del Soldado (nuestro primer objetivo) comencé a perder ritmo respecto de mis compañeros, las piernas me pesaban cien kilos cada una y el dolor de cabeza se hizo presente casi de inmediato. Hacía unos minutos habíamos hablado del tiempo límite de marcha y entonces hacer el campamento donde se nos cumpliera aunque fuera antes del lugar planeado. Este síntoma de “puna” que me atacó nos obligó a parar, armar el campamento y esperar al día siguiente. 


Lo que vino no fue sencillo y estuvo muy lejos de lo deseado para la Nochebuena. 



Ni bien terminamos de armar el campamento y descansábamos un poco la noche comenzó a adueñarse del paisaje. Nosotros adentro de la carpa resguardados del frío y Ricardo disfrutando de la interperie y del hermoso cielo estrellado que nos regalaba la noche. No había ánimo para pensar en cenar, a mí los sintomas de la puna se me habían estacionado en el dolor de cabeza con cierto malestar general pero a Bea se le comenzaron a agudizar. Empezaron con un leve dolor de cabeza y molestias estomacales alcanzando “chuschos” de frio, desánimos, vómitos y hasta un principio de descompensación.  Entrada la noche nos encontró peleando con esta historia y considerando seriemente la posibilidad de bajar a pesar de lo cerrado de la noche.  La incertidumbre de apoderó de la situación que muy lejos estaba de ser la Nochebuena que esperabamos pasar.
Fueron largas las horas de espera del amanecer. Durante la noche Bea fue mejorando y por ello decidimos esperar las luces del día para iniciar el descenso concientes de que esto sería la cura de los males que nos aquejaban.
Las luces del día se hicieron presente, los malestares de iban yendo. Desayunamos como cumpliendo con una rutina y desarmamos el campamento mientras Ricardo se hizo una corrida a la cumbre del Soldado distante a sólo 15 minutos.  La presencia de un solitario guanaco y la hermosa mañana nos mejoraron el estado de ánimo. Nos abrazamos… sabíamos que habíamos podido sortear otro obstáculo de los no previstos, de esos que sólo se sortean con entereza, paciencia y madurez. 






La aventura es esto: prepararse para todo pero ser capaz de enfrentar y salir airoso de las situaciones no previstas propias del clima, de la geografía o de la salud.
Bajamos a un ritmo muy lento después de la paliza que nos había propiciado la puna. 
Segunda frustración del fin de semana. No completamos lo planeado, El Fortuna nos cerró la puerta por segunda vez en 15 días. No entrábamos en nuestra sorpresa pués hacía unos días habíamos hecho este recorrido en la mitad del tiempo y sin sentir el más mero síntoma de puna.  Sorprendidos y extrañados de los que nos había sucedido ya que desde hace más de 2 meses venimos buscando aclimatarnos frecuentando sistemáticamente cada 15 días la cordillera y llegando a alturas que superaron siempre los 3000, muchas veces los 4000 y en una ocasión los 5000 msnm.  Siempre supimos que la aclimatación es lo más importante cuando uno piensa en la alta montaña y por eso dedicamos tanto tiempo al tema pero lo ocurrido ahora nos sacó del libreto, nos llenó de incógnitas: habrá sido una situación aislada y única? Será que 15 días entre cada sesión de aclimatación es mucho? Que el cuerpo necesita una menor frecuencia? Lo único distinto que hicimos respecto de las otras veces es que no esperamos un día en la base antes de encarar el ascenso.
En fin… este fin de semana no ha hecho más que sumar incógnitas a nuestro plan de original de llegar al Aconcagua en bicicleta a menos de un mes de su realización.   

  

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