viernes, 13 de enero de 2012

Rumbo al Aconcagua. Día 5



La primera hora para la entrada al Parque es a la 8 de la mañana y conscientes de ello nos preparamos desde muy temprano. 
Debíamos cambiar nuestro equipo de ciclismo por el de trekking con autonomía para los tres días que planeábamos estar en la cordillera. 


La idea era lograr en este día 5 de travesía ascender desde Horcones (3000 msnm) hasta Confluencia (3400 msnm) con toda la carga, luego dejar el peso en este campamento y seguir camino a Plaza Francia (4000 msnm) para después regresar a domir a Confluencia. Esa tarea representaba un esfuerzo de 9 a 10 horas de caminata donde las primeras 4 horas eran con mucho peso en las mochilas. En el día 6 buscaríamos alcanzar Plaza de Mulas (4300 msnm) distante unas 8 horas de caminata con toda la carga, hacer noche allí para regresar a Horcones en el día 7 habiendo visto en un porcentaje importante lo mejor del Aconcagua y en un tiempo casi record de 3 días.

Los tres ingresamos al Parque con entusiasmo renovado, Ricardo se sumaba ahora al esfuerzo en este tramo de trekking. Comenzamos el ascenso sorprendidos por el marcado matiz de los colores del paisaje, ese verde intenso que se mezcla con los marrones y ocres le dan un toque tan especial. Ricardo toma la delantera mientras nosotros saboreamos el camino al ritmo de nuestras piernas con varios días de esfuerzo.



La laguna de Horcones y el Puente colgante sobre el Río nos despiertan la admiración. Luego seguimos por el sendero que va al costado del río faldeando la montaña, flores multicolores por todas partes, pájaros amigables que te obligan a la sonrisa, sol radiante, cielo bien azul y de fondo, como inspiración, el coloso de América. 






Lo veo altivo, soberbio… con su cumbre nevada. Orgulloso de ser el más grande de América, cargado de historias que se remontan a tiempos anteriores a cuando los Incas lo visitaran y a historias del hoy con los miles de montañistas locales y de todo el mundo que vienen  a venerarlo año tras año.   
Se me cruzan los recuerdos de mis amigos “ticos” de Costa Rica con los que compartí estos caminos apenas ayer. Vivencias inolvidables con Roberto y  Rigo en busca de la cumbre, con Patricia y Danilo ascendiendo la cumbre del Bonete, con Mario y su experiencia en estas lides, con el “joven de 75 años” y su ejemplo de vida y  con otros de quienes no me acuerdo su nombre pero tengo bien grabado su recuerdo.
     
De lejos se ve el portezuelo que indica la cercanía del campamento, la subida se inclina más pero ya es el último tirón. Las espaldas y las piernas sienten la carga. 
Finalmente llegamos a Confluencia donde nos recibe el Guardaparques con mucha amabilidad, nos indica donde armar las carpas, donde encontrar agua y que baños podemos utilizar (acá hay baños químicos disponibles para todos los montañistas).





El campamento es multicolor no solamente por la variedad de matices que muestran las carpas sino también por los tintes de las muchas camperas, pañuelos buff, remeras y mochilas. 
También los sonidos son variados y coloridos: algo de música que sale de la carpa de Grajales se mezcla con la charla y sonrisas de un grupo de jóvenes japoneses al tiempo que irrumpe el estruendoso sonido de la llegada del helicóptero con provisiones para médicos y guardaparques y luego cuando se ha marchado gana el espacio el canto de los muchos pajaritos del lugar. 






Los idiomas se entrelazan de una manera singular (alemán, rumano, español, portugués, inglés y catalán). 
La amabilidad y el respeto van a la vanguardia, al saludo cordial se le devuelve una sonrisa que en todos los idiomas se entiende.

Las mulas cargadas rumbo a Plaza de Mulas pasan al trote.



Ya hemos armado las carpas y entonces previo chequeo del estado físico y del ánimo decidimos seguir con el plan de ascender hasta Plaza Francia. 
Viajamos ahora con poco equipaje lo que nos facilita mucho el andar: abrigo, líquido, algo de alimento y luces bastan. Nos hemos planteado caminar máximo 3 horas de ida a buen ritmo y luego volver para que nos den los tiempos de descanso ya que mañana nos esperan las 8 horas de caminata con carga a Plaza de Mulas. Este tiempo es suficiente para alcanzar el Mirador de Plaza Francia donde se puede apreciar la pared sur del Aconcagua. 
  
Ricardo se adelanta. Nosotros vamos viviendo las etapas del ascenso: primero bordeamos el río Horcones, luego ascendemos hacia la naciente del mismo que no es ni más ni menos que un inmenso glaciar, caminamos paralelo a él hasta alcanzar su punto más alto y desde allí empezar a divisar la pared sur.





La marcha se nos ha hecho más lenta a raíz de que inusitadamente le ha surgido un fuerte dolor de cabeza a Beatriz que la ha dejado sin habla y sin ánimo. Ella que permanentemente viaja alegre y sonriente, que charla y canta desentonadamente, que saca miles de fotos… se ha apagado.

Le pregunto cómo va? Y entonces me confiesa de su dolor de cabeza y su baja de energías, pero que puede un poco más… 
Me doy cuenta que ha llegado hasta acá por la tremenda voluntad que tiene, que la maldita puna la ha vuelto a invadir, que su valentía la lleva a seguir pero la pared de la altura le ha puesto un doloroso límite.

Seguimos porque ella lo pide, puedo ver su cara hinchada, su gesto de dolor. 
Nos proponemos llegar hasta “esa piedra” y entonces regresar total ya hemos andado bastante al punto de ver casi completamente la pared sur, imagino que estamos a unos cientos de metros del mirador pero no busco entusismarla a llegar, lo mejor es bajar porque eso aliviará su dolor.

Le cuesta aceptar que tenemos que volver su tenacidad está intacta, sin embargo volvemos. 
Entonces descendemos lentamente, sus piernas están inseguras, sus ojos reflejan una mirada perdida, se toma de la cuerda de mi mochila para bajar más segura.

Un cóndor nos regala su visita volando a nuestro alrededor.



El llegar al campamento se hace lento pero lo logramos. 
Bea se acuesta para descansar y así aliviar su dolor, el bajar de 4000 msnm a 3400 msnm seguramente la compondrá.


Pasan algunas horas y la cosa no mejora. Decidimos ir a consultar al médico. Una lágrima pasa por su mejilla, por mí la bronca de saber que ella no está bien. No quiero que sufra, tenemos claro que venimos a disfrutar de la montaña y que tenemos la entereza para enfrentar la adversidad pero cuando el dolor impensado aparece nos gana la impotencia de no tener nada para hacer.

El doc la revisa (Aconcagua tiene médicos de montaña a disposición del montañista, un verdadero acierto), la medica y la manda a descansar hasta el otro día. No se olvida de ella y pasa a eso de la 9 de la noche a preguntar como está y por suerte la cosa había mejorado bastante.  
      
El atardecer vino acompañado de oscuras nubes de lluvia, de nevisca y viento frio. Por suerte Ricardo regresó a tiempo al campamento. La noche pasó lentamente, fría y silenciosa.
El día llegó con baja temperatura hasta que después de las 9 de la mañana el sol hizo su entrada para alegrar con su calor el día. 


     
Volvimos al médico y ya Bea estaba mejor. La presión, la saturación de oxígeno en sangre y los pulmones estaban en los parámetros normales pero… “si suben a Plaza de Mulas es muy probable que le vuelvan los trastornos” dijo el doctor… palabras que tal cual como el filo de la espada del verdugo decapitaron la idea de seguir con nuestro plan. 
Por supuesto que Bea dijo: “sigamos adelante, me las aguanto!”.

Metimos violín en bolsa y nos volvimos a Horcones disfrutando de la belleza de este maravilloso lugar de nuestra querida Argentina.

Aconcagua está allí y espera por nosotros en nuestra próxima visita.   

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